Combinando metodologías particulares para el diseño, construcción y mantenimiento de un edificio, se alcanza la definición de bioconstrucción.

Por ello nos referimos al conjunto de métodos que reducen el impacto de los edificios sobre el medio ambiente y aumentan el nivel de sostenibilidad. Si un edificio es ecológico, es ecológico durante todo su ciclo de vida: desde la construcción hasta la demolición.

La “bioconstrucción” en su primera afirmación podría entenderse como: “filosofía de diseño encaminada a verificar la compatibilidad del edificio con el entorno circundante y con la biología humana, a través de un enfoque especialmente dirigido a la protección de entornos confinados”.

Sin embargo, la situación general de nuestro planeta, que se deteriora constantemente, ha hecho que ahora decisiones que pueden cambiar radicalmente la relación entre la especie humana y la biosfera sean imposibles de posponer.

La preocupación por “las patologías del hogar” no podía, de hecho, ignorar la angustia que despiertan los males de nuestra casa común: el Planeta Tierra.

Nuestro planeta está enfermo, y su salvación es el desafío que en el siglo XXI habrá que afrontar y ganar para desactivar una amenaza dramática para el futuro de la humanidad.

A la luz de las evoluciones descritas, la definición ahora habitual de “bioconstrucción” podría sustituirse convenientemente por “Arquitectura bioecológica“, término que proviene de la conjugación de Arquitectura (el arte de construir), Bio (favorable a la vida), Eco (en equilibrio con medio ambiente), Lógica (inteligente, racional). Las implicaciones relacionadas con el término “Arquitectura Bioecológica” perfilan una “filosofía de construcción capaz de relacionarse de manera equilibrada con el medio ambiente, de satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin limitar, con la contaminación y el consumo indiscriminado de recursos, las necesidades de las generaciones futuras”.

Otro sinónimo de “bioconstrucción” es bioarquitectura. El diseño, por tanto, juega un papel muy importante en el mundo de la bioconstrucción, debiendo prever el uso de fuentes renovables para calentar o enfriar las obras, así como en el suministro de energía eléctrica, encontrando aliados válidos en los sistemas fotovoltaicos así como en el aprovechamiento de la biomasa y sistemas geotérmicos.

Trabajamos juntos, en cooperación, aprovechando los recursos humanos y materiales: todos los profesionales incluidos en el proyecto deben ser expertos en su campo en cuanto a la calidad de las materias primas y las competencias involucradas.

El amplio conocimiento de la construcción sostenible llevará al grupo de trabajo a considerar en primer lugar las limitaciones ambientales intrínsecamente establecidas por el lugar donde la construcción cobrará vida, como las peculiaridades del terreno, la presencia de vegetación, el rango de temperatura, la la iluminación natural y, más en general, el clima.

El análisis es un requisito previo para elegir los materiales más correctos a utilizar para el caso en cuestión, combinando los principios de eficiencia con una cierta preferencia por materias primas de bajo impacto ambiental.

Por lo tanto, será importante tener en cuenta el consumo de energía y cuánto puede afectar en función de las necesidades esperadas y las posibles emisiones de gases de efecto invernadero: la vivienda perfecta, según los dictados de la bioconstrucción, es la que garantiza un entorno saludable para quienes la habitan interno sin comprometer la salubridad del mundo exterior.

Las “reglas rectoras” para la edificación de acuerdo con los cánones de construcción eco-sostenible o edificación sustentable, elaboradas por organizaciones y centros de investigación, ahora numerosos y generalizados, pueden resumirse en el siguiente “decálogo”:

  1. Identificar la configuración energética y bioclimática del sitio para definir la ubicación del edificio, evaluando también los aspectos relacionados con la geobiología, con la contaminación eléctrica, acústica y ambiental.
  2. Adoptar, cuando sea necesario, las medidas necesarias frente a problemas geobiológicos negativos: aguas subterráneas, fallas, etc., tanto en el proceso de diseño como en la eventual definición de intervenciones de restauración.
  3. Favorecer los intercambios naturales, evitando sellados excesivamente herméticos, revestimientos insuficientemente transpirables, etc.
  4. Prever la conexión a tierra de los refuerzos y los sistemas.
  5. Verifique la presencia de gas radón y, si es necesario, tome las medidas de seguridad adecuadas.
  6. Utilizar materias primas y productos libres de nocividad, derivados de fuentes lo más renovables posible, con un bajo coste energético, con la máxima atención al ahorro energético de todo el edificio.
  7. En la construcción de los refuerzos prevén el uso de aceros paramagnéticos (inoxidables, austeníticos) en lugar de aceros ferromagnéticos normales, para evitar la creación de escudos contra radiaciones naturales beneficiosas (las pulsaciones de la tierra).
  8. Adopte grandes ventanales que, además de garantizar la mejor insolación, permitan la penetración de los rayos ultravioleta.
  9. Proporcionar sistemas eléctricos blindados, equipados con disyuntor de corriente.
  10. Adoptar sistemas de calefacción radiante: (en el suelo, en la pared, en el techo, etc.).

Los recursos a ser preferidos en la elección y selección de los productos a utilizar deben reflejar ciertas características:

  • venir de fuentes renovables;
  • reducir la cantidad de residuos;
  • no deben ser tóxicos para los humanos.

Hay algunos materiales, por así decirlo, “antiguos”, que llevan mucho tiempo cumpliendo las tareas que exige la bioconstrucción, como la madera, la paja, los ladrillos y todos los productos a base de cal hidráulica natural.

Hoy en día, la tecnología y la investigación nos permiten mejorar el desempeño y reducir el impacto ambiental con madera o fibras de celulosa, o incluso con madera-cemento, sin contar el inmenso aporte que ofrece a la sustentabilidad del planeta de la cultura del reciclaje.